En los campos de golf de Sabanilla
Se sembraron los recuerdos de tu abuelo,
Allí se quedaron sus cenizas esparcidas,
En medio de un prado verde,
que fue su tránsito en las tardes rutinarias de su vida.
Allí se quedaron las cosas que no se hicieron,
Las cosas en las que él creía,
Sus amigos: que igual se han ido diluyendo en el ocaso de sus días.
Hoy de ese viejo viejo
Sólo nos quedan los recuerdos,
Los besos que nunca dió,
Los afectos que se guardó,
Los tragos que se tomó.
De él,
Te queda a tí, pequeño,
Un tablero de ajedrez,
Un báculo de madera,
Una pelota de golf,
Y una brocha de afeitar, de su última estadía en Argentina.
Llévate contigo las chocolatinas,
Las imágenes de la piscina,
El saludo en la cabeza
Y cierra tu memoria
Para que solo en ella se aniden los buenos momentos,
Del único abuelo de tu niñez.
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